Los espías nazis de Perón

sábado, 13 de diciembre de 2008

El Coronel Juan Domingo Perón antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial ordenó la liberación de varios espías alemanes capturados en la Argentina por temor a que su testimonio pudiera comprometer el régimen militar del cual formaba parte el cual tenia grandes tintes y modalidades germanófilas. Así mismo, entre 1950 y 1953 firmó una larga serie de decretos secretos perdonando a no menos de 35 de ellos que habían logrado reingresar en el país luego de su expulsión a Alemania.

Actuando en conjunción con amistades de la colectividad germana, Perón limó de impurezas las declaraciones de los espías capturados en 1944 por el Jefe de Coordinación Federal, mayor Oscar Contal, que vio su trabajo limitado por las intromisiones del vicepresidente.

Entre los oficiales protegidos por Perón se encontraba Siegfried Becker, el más importante jefe del espionaje alemán en América del Sur. Durante su breve arresto firmó extensos interrogatorios curiosamente exentos de referencias a personalidades argentinas, desvaneciéndose luego sin rastro a pesar de la orden de expulsión que había en su contra.

Menos afortunado que Becker fue su principal colaborador, Hans Harnisch, un empresario y líder de la colectividad alemana forzado a olvidar los vínculos que como espía cultivó con militares argentinos.


En 1947, cuando el comportamiento argentino en la guerra ya no desvelaba a Washington, Perón deportó a un último puñado de espías, entre los cuales iba Harnisch. Prisionero en la Alemania ocupada, Harnisch produjo en detallado testimonio sobre las intrigas que se tejieron alrededor de él en el Río de La Plata. Pero su relato fue sepultado por el Departamento de Estado que no deseaba reabrir viejas heridas en Buenos Aires.

Harnisch versus Freude


Hans Harnisch llegó a Argentina en 1920. En 1936 se unió a la firma Böker & Cía. y en 1939 se afilió al partido nazi. Viajó a Alemania en 1941, donde estableció contacto con el servicio secreto Alemán Abwehr, para luego pasarse al SD.

Con sofisticados equipos de radio-enlace, el SD tejió una basta red en América Latina. Harnisch elaboró, junto con militares argentinos, planes para el intercambio de inteligencia y la compra de armamento, preparando el campo para eventuales relaciones germano-argentinas en la posguerra, mientras que los argentinos confiaban casi hasta el final un empate del Eje.

El "acriollado" Harnisch logró el acceso a importantes militares de la época, desde el General Pedro Ramírez, presidente militar de 1943 a 1944, hasta oficiales germano-argentinos, bien ubicados en 
la Armada.

Pero Harnisch dentro de su comunidad, tuvo un formidable rival en la preferencia de los militares argentinos. Se trata del empresario alemán Ludwig Freude que tras amasar una fortuna sobre la base de contratos estatales para su companía general de Construcciones, logró un poderío que Harnisch no podía igualar.

Freude era íntimo del general Juan Pistarini, quien amenazó con renunciar a su puesto de ministro de Obras Públicas si Freude era deportado, como lo exigían los Estados Unidos. Pero su amistad más importante fue con Perón, un vínculo que se hizo extensivo a su hijo Rodolfo Freude y a su yerno Werner Koennecke, en lo que los espías alemanes que actuaban en Argentina denominaron la clique Perón-Freude.